Saltar al contenido

Pensar utópicamente

Hay muchas formas de pensamiento, incluso de pensamiento innovador, pero no todas ellas pueden ser llamadas utopías. ¿En qué consiste pensar utópicamente? ¿Qué es lo que diferencia esta forma de pensar?

El utopismo es, sobre todo, una actitud. Consiste en asumir que los problemas que detectamos en la sociedad actual (las injusticias, los abusos, las discriminaciones, las violencias… todo lo que nos impide desarrollarnos plenamente como personas libres y conscientes) no son inevitables, ni estamos condenados a aceptarlos. La confianza en la capacidad humana para organizarse en sociedad de la mejor manera posible es la base de la esperanza en que se puede lograr un mundo mejor. Y las utopías nos ayudan a visualizar qué tipo de soluciones alternativas se podrían implantar.

Vuelo Villa (1936). Del artista Xul Solar
Ciudad Lagui (1939). Fuente: udlerlorena

Pensar utópicamente, por lo tanto, implica, de entrada, pensar críticamente: someter a crítica el mundo que nos rodea e identificar con claridad los problemas que tiene, así como las causas de donde proceden tales problemas.

Pensar utópicamente es, además, pensar imaginativamente: poner a trabajar la imaginación para idear soluciones, alejarse de la rutina y superar la pereza intelectual, con el fin de visualizar otras formas de vida, sin dejarse impresionar por la idea de que “las cosas han sido siempre así”. La historia nos enseña que nada ha sido siempre así, el mundo ha ido cambiando y experimentando con fórmulas distintas.

Pensar utópicamente, es, a su vez, pensar audazmente: para concebir utopías hay que tener el valor de desprenderse de la multitud de prejuicios y de ideas falsas comúnmente asumidas como consecuencia de la educación recibida y de la interacción cotidiana en el marco de una sociedad determinada. El pensamiento utópico hace el experimento de desentenderse, por un momento, de la realidad circundante, para poder ver más allá, imaginar opciones, inventar soluciones, atisbar alternativas.

El pensamiento pragmático, moderado o conservador nunca es verdaderamente utópico, porque le pesa demasiado el orden establecido.

En definitiva, pensar utópicamente es liberarse de ataduras para dejar volar el pensamiento y ver bien lejos. Pero ese ejercicio intelectual debe completarse siempre con un regreso a la realidad, para contrastar con ella el ideal utópico que se ha concebido. Por ejemplo, Tomás Moro, en su obra del siglo XVI, Utopía, pionera de este género, puso la descripción de la isla imaginaria de Utopía junto a una descripción crítica de su país, Inglaterra, como término de comparación. Toda utopía, de una manera o de otra, debería hacer lo mismo: añadir al valor de su audacia imaginativa el plus de un cierto realismo en la evaluación de cómo se podría construir el modelo que propone, qué tipo de acciones podrían conducir en esa dirección, qué problemas podrían surgir y cómo resolverlos. Como sugirió un teórico de las utopías fallecido recientemente, Eric Olin Wright, al proponer que persiguiéramos utopías reales, pensar utópicamente no está reñido con ser conscientes de la realidad; pensar utópicamente puede ser también pensar conscientemente.