Cuidar para mejorar: incubadora de proyectos utópicos
El odio a la utopía es un “síntoma repetitivo que, de
generación en generación, afecta a los defensores del
orden existente, víctimas del miedo a la alteridad”.
Miguel Abensour, 2000[1].
“¡No! Nadie conoce ni posee el secreto del provenir.
Aun para el más clarividente, apenas son posibles
presentimientos, vislumbres, visiones fugaces y vagas”.
Auguste Blanqui, 1885[2].
1. INTRODUCCIÓN
Esto no es un manual. No pretende manosear el pensamiento utópico porque la utopía es libre de pensarse desde la crítica y la figuración individual o colectiva. Tampoco es una guía por cuanto estas páginas no fijan el camino para concretar futuros mejores. Este escrito es más bien un detonador para animar la reflexión crítica del presente a partir de la imaginación de proyectos posibles en torno a un futuro mejor (o peor sin se trata de distopías). Si pensar lo utópico no tiene límite, entonces no podemos más que animar sus reflexiones en una ciudadanía de la que también nosotros formamos parte. De ahí la metáfora que nos aglutina: una “incubadora” de utopías, entendida como un soporte donde conocer y cuidar el pensamiento reflexivo centrado en la crítica del presente y los proyectos posibles y deseables (o indeseables) de cambio social. Cuidar el pensamiento en su autonomía para mejorar el mundo que habitamos, ese es el objetivo de las siguientes páginas. Hay desde luego muchas formas de abordar la utopía y en estas páginas deseamos introduciros en algunas de sus concreciones y dar cuenta de algunas de sus realizaciones. Pero repetimos: no pretendemos fijar una deontología que ordene y limite las formas de pensar y realizar lo utópico. Como tampoco deseamos tutorizar el pensamiento utópico de nuestros conciudadanos. Nuestra ambición es mucho menor: cuidar y alentar las ideas y prácticas de quienes se han adentrado en algún momento por los complejos vericuetos de la utopía en busca de un mundo centrado en la diversidad, el gesto amable y el respeto a la alteridad.
2. ¿EN QUÉ CULTURA SURGE EL PENSAMIENTO UTÓPICO?
Hay utopías rastreables en la Antigüedad o fuera del espacio occidental, sin embargo, su nicho principal es la modernidad. El pensamiento utópico nos ha acompañado desde el mismo surgimiento de la cultura moderna, enfocada hacia un futuro que se articula en la idea de constante progreso. Desde que nuestra cultura del tiempo dejó de vincularse a la noción bíblica, a una interpretación lineal y estática según la cual todo acontecimiento se explicaba a partir del aquel texto sagrado y cuyos referentes estaban en el pasado, Europa comenzó a pensar el orden social como un artificio humano que podía ser modificado al través de un esfuerzo personal o colectivo dirigido hacia el constante mejoramiento. Esta es la incubadora de las utopías, especialmente a partir del siglo XVI. Pero sin duda el siglo de la utopía es el XIX, siglo de las grandes filosofías de la historia y del optimismo moderno. En el siglo XX no fue menor la presencia; ahora bien, este el siglo también fue la centuria de la distopía y del descontento hacia aquellas filosofías una vez que las pusimos en marcha y estas aventuraron.
3. ¿CUÁLES SON LOS RASGOS GENERALES DEL PENSAMIENTO UTÓPICO?
La utopía suele ser una crítica del presente y procede de culturas para las cuales la sociedad es considerada como un producto humano y no un fenómeno natural o providencial. Si la sociedad es un artificio humano, esto es, una creación de los hombres, entonces puede ser transformada por la acción. Además, si la temporalidad que articula esa sociedad se asienta en la idea de progreso, la intervención humana deberá encaminarse a una mejora constante. El utopismo es optimista y esperanzado mientras que el antiutopismo es desesperado y pesimista. Otra de las características del pensamiento utópico es que manifiesta un deseo figurado, pero objetivado, esto es, un deseo que, aunque lejano, puede ser alcanzado. El pensamiento utópico tiene, por consiguiente, un sesgo crítico al ser disconforme con la realidad, pero también un carácter ficticio por ser esencialmente ficción. Hace y suscita crítica, y, a la vez, tiene un carácter programático y un tono a veces irónico. Plantea algo inexistente, pero que es factible. Si fuera solo un deseo imposible estaríamos en el terreno de la mera figuración.
Es más, como nos demuestra nuestro Diccionario de lugares utópicos, el 29,8 por 100 de los lugares idealizados se asientan o se imagina en el continente americano, lugar donde se proyectó el pensamiento utópico por considerarse un espacio nuevo donde crear o encontrar lugares idóneos o indeseables (por cierto, el otro 27,7 por 100 es Europa). Por otra parte, el 29,2 por 100 del pensamiento utópico nunca ha dejado de tener raigambre literaria. Ahora bien, si en sus inicios las utopías fueron más figurativas que efectivas, con el tiempo se fueron concretando en distintas formas de realización deseable y posible: comunidades, colonias, ocupaciones, incluso Estados o naciones. En último extremo, aunque la utopía siempre se ha relacionado con el presente, dado que hacen de la actualidad el centro de su crítica, no dejaba de proyectarse hacia el futuro por ser este su tiempo de figuración. En suma, frente al pasado de los antiguos, el futuro es la referencia clave del mundo utópico.
4. ¿HAY ALGUNA TIPOLOGÍA EN EL PENSAMIENTO UTÓPICO?
Proponemos cuatro tipos de utopías y una antiutopía:
-La utopía más clásica es la que plantea que el futuro previsto y programado es posible y deseable. Son numerosos los ejemplos, pero destacamos cualquiera de las comunidades utópicas fundadas por el pensamiento furierista u owenista en el siglo XIX.
-La distopía es una forma de pensamiento utópico para el cual el futuro indeseable es plausible. Los ejemplos de pensamiento utópico han abundado en los siglos XIX y XX, debido especialmente a los nocivos efectos sociales y ecológicos de la modernidad.
-La retrotopía es una forma de pensamiento utópico basado en la nostalgia por los tiempos pasados. Según esta forma de pensamiento, el pasado puede retornar de manera que el presente se articule a través de un pretérito idealizado. El nacionalismo en alguna de sus variantes o el retorno al seno materno del individualismo radical son formas que plantean un utopismo que pretende salvaguardarnos de los males de la modernidad y el capitalismo.
-Las utopías negativas son las configuraciones utópicas que hacen del uso irónico o de la exageración satírica el centro de la crítica al modelo real criticado.
-La antiutopía va en sentido contrario a la utopía. Si la utopía sacrifica el presente al futuro, los neoconservadores sacrifican el futuro al presente. De lo que se trata es de que nada se transforme, que todo siga igual ante las posibilidades de que el cambio empeore la situación actual. Esta forma de pensamiento descalifica el utopismo en favor del realismo o el conservadurismo políticos. Su estrategia es ridiculizar las utopías o bien introducir los miedos distópicos. Para la antiutopía, la mejor estrategia política es quedarse quieto en el presente sin buscar nada nuevo que lo altere.
5. ¿LA UTOPÍA ES FICCIÓN?
Solemos caer en la confusión de considerar que lo utópico es siempre ficcional o literario y, por consiguiente, irrealizable. Es como si siguiéramos aquella vieja distinción marxista entre socialismo científico (el posible) y el resto de los socialismos, el de los utópicos (los que formaban parte del cambalache). Lo que hay que recordar es que los elementos fictivos se encuentran en todo programa utópico, si entendemos por ficción aquello que no se limita a lo narrativo-imaginario-literario. El fictum se diferencia del factum, la ficción es distinta que lo factico, pero las estructuras sociales configuran un entretejido en el que caben ambas. La ficción no es una instancia para engañar, sino “para arrojar alguna luz sobre el modelo social alternativo con respecto al modelo social que se critica”. Es más, si la crítica al orden existente se asienta en el factum, la ficción trata de aclarar “lo otro”, lo que se busca en el futuro. Lo utópico es ficción que complementa una crítica. Como ficciones, no describen realidad, pero tampoco presuponen que lo descrito sea irrealizable. La ausencia de facticidad no implica la ausencia de factibilidad. Para que la utopía sea pensada como realizable, para hacer que sea verosímil, con algún grado de realizabilidad, lo ficticio debe estar presente y ser creíble en algún grado. La ficción utópica tiende a la insularidad de lo fiticio, lo encapsula en un espacio aislado y diferente de lo fáctico. Aunque a veces la utopía cumpla la función de desalentar la esperanza de su realización, esto no quiere decir que también aliente, como veremos, la absoluta irrealización de la propuesta ideal. La utopía se realiza porque hay una posibilidad yacente en la realidad misma y la utopía tiene la ventaja, la menos a priori, de que ya la percibía. Para ser pensamiento utópico tiene que existir una imprescindible verosimilitud de su ficción pues su imaginario se constriñe para que sea posible la diferencia ente una utopía y un mero viaje imaginario.
6. ¿QUÉ ANALOGÍAS Y DIFERENCIAS HAY ENTRE UTOPÍA E IDEOLOGÍA?
Entre utopía e ideología suelen existir confusiones terminológicas, generalmente procedentes de la crítica conservadora hacia el pensamiento utópico, al ser calificado a menudo como una ideología sin posibilidad de realización. Ahora bien, como hemos señalado, la utopía tiene como característica la idea de que su figuración es potencialmente realizable, al menos para quienes creen en ella. Entre las analogías entre ideología y utopía podríamos decir que son instancias activas y pasivas de la crítica y que, además, se vinculan por su trasfondo histórico-político y su concepción del deber ser. Ahora bien, se diferencian en que, siguiendo a filósofo Karl Mannheim, mientras que la utopía busca modificar o destruir el orden existente, la ideología tiende a legitimarlo. La utopía tiene vocación subversiva, mientras que la ideología considera el statu quo como el universal humano consumado. Sabemos que esta diferencia es un tanto falaz pues hay ideologías que tienden al cambio, de la misma forma que hay utopías que acaba legitimando la realidad existente. En todo caso, podemos pensar la utopía como parte de la crítica a la ideología en cuanto pretende su desenmascaramiento como pensamiento conservador. La utopía valora negativamente el modelo existente, tiene actitud crítica. La utopía se liga a la esperanza y procede de las experiencias en torno a las carencias del sistema social existente; se articula en la idea de que llegue lo que todavía no ha devenido, pero puede aparecer.
7. ¿EL PENSAMIENTO UTÓPICO SE HACE PRÁCTICA?
Si la utopía se desarrolla a partir de la idea de la sociedad como ingenio humano, no es de extrañar que pretenda acabar implementándose. Como hemos considerado, la utopía es ficción que se cree realizable. El utopista se considera un inventor que a la par es ingeniero social. Transforma la realidad a partir de una imagen del hombre que tiene mucho de abstracto. Basta pensar en el marxismo a partir de su noción realista de desequilibro social y su ficción como posible sociedad igualitaria. Si en el siglo XVIII dentro de las utopías tuvo más presencia la imaginación que la crítica, en el siglo siguiente en las utopías ha prevalecido más la crítica que la ficción. Se privilegia la acción y ya no las ensoñaciones. Los utopistas no son intelectuales de salón, sino ejecutores de ideas. Desde entonces, la puesta en práctica del pensamiento utópico ha sido una constante. Pensemos en las utopías practicadas de Saint-Simon, Proudhom, Fourier u Owen. Recordemos las grandes utopías comunistas como la URSS o como la utopía (¿distopía?) del nazismo eugenésico. Ahora bien, con el tiempo y con el fracaso de alguno de los proyectos más relevantes de las utopías casi trascendentes de lo humano, las utopías se han ido haciendo más mundanas: desde los movimientos hippies de los años sesenta, las utopías han devenido más terrenales; ponen en marcha pequeñas comunidades ya sea en el ámbito rural ya sea en el espacio urbano.
8. ¿CUÁL ES EL FUTURO DE LA UTOPÍA?
Predecir el futuro de la utopía es una actividad tan precaria como fútil. En todo caso, cabe hacer algún comentario. Como ya hemos señalado, la utopía tiene que tener un carácter ficticio, pero al mismo tiempo suele contar con un topos. Los movimientos conservadores han tratado de desenmascarar el fictum de lo utópico para desacreditar sus posibilidades factuales. La consigna ha sido atender a la realidad para matar la utopía. La reacción utópica ha consistido en perder su sesgo más trascendente y convertir sus proyectos en algo más mundano. Tenemos hoy en día utopías más pequeñas, más próximas, que no por ello menos efectivas. Lo importante es considerar que ni siquiera la utopía tiene la última palabra sobre un futuro que siempre es incierto y que no está determinado en ningún sentido. La imprevisibilidad del futuro solo podría concluirse si lográramos un condicionamiento total de la acción humana, aboliendo así la propia acción. Ahora bien, ninguna administración de ingeniería en los temas humanos podrá eliminar la imprevisibilidad. La acción política innovadora puede terminar en catástrofes semejantes a las ocurridas en el siglo XX; pero también puede alumbrar nuevos movimientos emancipatorios. Consiguientemente, la historia sigue abierta e implica otras posibilidades, revolucionarias, utópicas.
El pensamiento utópico nos abre a otras formas de organizar el pesimismo, a otras maneras de hacer frente a la nostalgia enfermiza, a la melancolía romántica o al sentimiento trágico de la derrota. Porque la universalidad utópica de vocación subversiva es contraria a la pseudouniversalidad ideológica que piensa el statu quo presente como universal humano consumado. Pese a lo que sostienen los conservadores, la utopía no tiene por qué ser sinónimo del totalitarismo. Es más, una sociedad carente de utopías queda atrapada en la ilusión de la consumación. Recordemos que nuestra época ha proclamado el fin de la historia, que considera el sistema socio-económico capitalista como el único posible y se enmarca además en una noción cada vez más tecnológica de progreso.
Ahora bien, lo nuevo es posible porque el futuro no se conoce de antemano, no es resultado indefectible de la evolución dada, de leyes naturales o históricas, ni tampoco de los cambios de las estructuras sociales y económicas actuales. No podemos negar que lo imprevisible sea relativo, reconocemos el cumplimiento de algunas previsiones. Ahora bien, hay numerosos acontecimientos históricos que escapan al cálculo de probabilidad, no solo porque los métodos de cálculo sean ineficaces, sino por la naturaleza misma de la praxis humana: la acción de las personas y los colectivos es extremadamente imprevisible. Y es que, aunque lo político pueda estar condicionado por las estructuras existentes, también puede sobrepasarlas, transformarlas y modificarlas por la creación de lo nuevo. Como sostenía Hannah Arendt, la acción política huye de todo intento de ser analizada a través de estructuras o leyes científicas: los acontecimientos, al ser actos históricos innovadores, son esencialmente imprevisibles.
9. UTOPÍA ¿UN ASUNTO DEL PASADO?
Puede que la utopía se haya vuelto más mundana, pero no por ello ha dejado de tener influjo. Es más, las utopías del pasado pueden ser señeras para pensar otras formas de futuro. La historia está abierta, con diferentes posibilidades de salida, entre ellas la acción revolucionaria, con múltiples sujetos colectivos e individuales posibles, y aunque las condiciones objetivas establezcan límites, el futuro será lo que hagamos de él. Hay que pensar que la variante histórica que se nos relata habitualmente no era la única posible. Cada momento histórico, cada coyuntura manifiesta alternativas que no estaban destinada en principio al fracaso. Nada es inevitable. Es más, el futuro puede reabrir antiguos expedientes históricos y rehabilitar aquello que fue despreciado como utópico. El pasado utópico y la apertura del futuro están pues íntimamente asociados. Puede que el pensamiento utópico esté en desuso, pero nada indica que se despierte de nuevo la inquietud por repensar el futuro de forma que modifique el presente. Este es el principal objetivo de nuestras incubadoras.
[1] Miguel Abensour, L’Utopie, de Thomas More à Walter Benjamin, París, Sens & Tonka, 2000, p. 19
[2] Auguste Blanqui, Critique sociale, II, París, F. Alcan, 1885, pp. 115-116.