En un mundo ideal, las personas viven en armonía consigo mismas, con los demás y con su entorno. No hay desigualdades, es decir, todas las personas tienen acceso a lo esencial: comida, agua, vivienda, salud y educación. En lo que respecta a las ciudades estas son verdes, llenas de árboles, y el aire que se respira es limpio y puro, gracias al uso de las energías renovables y por lo tanto, reducciones de las emisiones de co2.

La tecnología está muy presente en nuestras vidas, y en este mundo ideal la utilizamos para resolver problemas globales, y como apoyo en nuestro día a día, es decir, como herramienta de trabajo, pero sin depender de ella ni hacer un uso excesivo.

En este mundo ideal, las máquinas hacen el trabajo pesado, ayudando a las personas en su elaboración y preparación. Las personas en cambio, se dedican a crear, aprender y construir relaciones profundas. Aquí nadie es juzgado por su apariencia, por su origen, por sus creencias o por sus necesidades individuales, de tal manera que todos tenemos las mismas oportunidades. 

El respeto es la base de las relaciones entre las personas y el planeta. La economía se basa en la sostenibilidad y el bienestar común. En relación al tiempo, no se mide por productividad, sino por la calidad de vida y el bienestar de cada uno. 

En conclusión, en este mundo podemos avanzar juntos, poniendo el amor y la empatía en el centro de todo.